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Thursday, September 07, 2006

Crónica de un Estado de Ánimo

Gracias a Doctor en Alaska creo que los árboles pueden hablar.
Creo que una mujer puede volar desde un acantilado como un águila.
Creo que un oso puede convertirse en hombre y volver de nuevo a su estado.
Creo que una mujer embarazada puede hablar con su hija nonata cara a cara.
Creo que un hombre puede reencarnarse en un perro.
Creo que un cineasta en potencia y un disc jockey ex convicto pueden enseñar a una grulla a bailar.
Creo que un beso puede restaurar la voz de un hombre.
Creo que el diablo es un vendedor de saunas.
Creo que una persona puede soñar los sueños de otra.
Creo que un hombre puede invernar como un oso.
Creo que lanzar un tomate a alguien puede ser un acto de amor y amistad.
Creo que un cuervo es tan buen símbolo de las Navidades como Santa Claus.
Creo que un doctor puede realizar cirugía bypass al motor de un avión.
Creo que el agua puede hacer que los hombres y las mujeres intercambien sus identidades de género.
Creo que los lanudos mamuts congelados son un buen manjar.
Creo que Napoleón no estuvo en Waterloo.
Creo en chefs sociópatas semejantes a Yeti; en medio hermanos que se encuentran el uno al otro a través de los sueños; en correr desnudo por las calles durante el deshielo en invierno.
Y creo que es posible que un hombre se adentre unos pocos pasos en la niebla de Alaska y termine en el Ferry de Staten Island.

En pocas palabras, creo en la magia. Así que, lógico de mí, no más argumentos lógicos.


Este poema de Aimee Parrot describe perfectamente los sentimientos que compartimos todos los cicelianos o moosers. Empecé a ver Doctor en Alaska hace más de una década, en aquellos tiempos en que TV2 la emitía a altas horas de la madrugada, por algo que me dijo mi hermano. No tengo demasiada buena relación con él pero tengo que agradecerle enormemente el haberme descubierto esta joya que se hallaba escondida en las nocturnas ondas televisivas. Mi hermano me invitó a ver esta serie porque quería que viese a Marilyn, la asistente de un médico judío y quejica de New York. Al principio no encontré la serie demasiado atractiva por su apariencia rural y pensé que Marilyn seria la típica rubia tonta con uniforme de enfermera. Pero, a medida que avanzaba el episodio, me sentí atrapada por la magia de la gente de Cicely. Estaba ansiosa por ver a la famosa Marilyn y, cuando finalmente la ví, pensé que se trataba de una broma y sonreí abiertamente. Pero… ¿realmente importaba su físico? No. A esas alturas yo ya estaba atrapada por el “No sé qué” de Doctor en Alaska y hasta hoy en día cuando, afortunadamente, he podido verla entera y en orden. Ahora, el pelo de Chris ya no cambia radicalmente de un episodio a otro y, finalmente, he podido entender la compleja relación entre O´Connell y Fleischman.

Si tuviese que decir qué es exactamente lo que me gusta de Doctor en Alaska creo que podrían pasarme dos cosas opuestas. Me quedaría sin palabras y contestaría con un elocuente silencio al más puro estilo Marilyn o, por el contrario, me perdería en una interminable y abstracta incertidumbre filosófica como Chris-Por-La-Mañana. Sin duda, es muy difícil definir con palabras qué significa esta creación de Brand y Falsey para mí. Como solemos decir en España cuando algo cautiva porque emana arte; “Doctor en Alaska tiene duende”. Es, en palabras de Peter Tortorici, el tipo de serie que da a las personas no predispuestas a ver televisión una razón para hacerlo.

Esta serie no sólo tiene un valor personal para mi como espectadora sino también un gran valor profesional y académico como recién doctorada porque en su momento decidí unir mi pasión por Doctor en Alaska con mi vida académica y desentrañar sus claves narrativas y simbólicas, quizá en un intento de hallar la respuesta a esa pregunta tan difícil de contestar. Así pues, con una maleta llena de sueños y una Tesis por escribir, me planté en Roslyn, el pueblecito del Estado de Washington que representaba a Cicely, Alaska en la serie, en pleno mes de julio para experimentar los Moose Days -ahora rebautizados como Moosefest- en primera persona. Sin duda una de las mejores decisiones de mi vida. Como me dijo Susie Weis, una de las organizadoras de este Festival de Fans y que participó en el rodaje de la serie cuando ésta invadía las calles de su pueblo, Roslyn es un lugar mágico para cualquier mooser, un Campo de Sueños o un Shangrala.

...Quien no entiende una mirada no entiende una larga explicación... No hay palabras que plasmen lo que uno siente al llegar a Cicely, aka Roslyn, y andar por su calle principal como una newcomer como Joel. El primer día mis ojos abiertos como platos al igual que mi boca decían más que mis palabras que, en ese instante, eran simples balbuceos de emoción e incredulidad. Todavía no podía creerme que estaba allí delante del mural del camello, el Brick, la tienda de Ruth Anne, la K-OSO, todos esos lugares repletos de recuerdos de hermosos tiempos que afortunadamente podemos revivir eternamente por televisión. Si agudizabas los oídos podías escuchar el eco de sus voces, de nuestros queridos compatriotas, a Chris Por-La-Mañana (o Por-La-Tarde, A-Medianoche, A-Cualquier hora...) dando los buenos días a Cicely desde la radio, a Maggie y Joel discutiendo por cualquier motivo frente a la consulta, a Shelly charlando con Ruth Anne en la tienda, etc. Incluso hay quienes veían a Morty, el alce, paseando por las calles al son de la melodía de armónica de Schwartz, con quien tuve el placer de hablar.

Mi lugar preferido, aparte de la consulta de Fleischman sobre quien basé toda la segunda parte de mi Tesis, era el mural del Roslyn´s Cafe (aka sin la ´s) y la curva de la carretera donde está situado. Me pasé los días esperando que Joel entrase corriendo al pueblo... el principio de todo...

Roslyn estaba llena de fans fáciles de identificar con sus cámaras de foto posando frente a cada uno de los emblemáticos edificios de su querida Cicely. Muchos coches pidiendo saber dónde estaba el instituto rebautizado por esos días como Tranquility Base y que hacía de Meeting Point.

Durante el Bus Tour visitamos localizaciones espectaculares; el aeropuerto de Maggie, la tumba que Ed regala a Ruth Anne -allí mismo está enterrado Jesse- y el despeñadero por el que Chris arroja su Harley por amor. Unos paisajes indescriptibles cuya grandeza y hermosura no captan las fotografías ni las cámaras de video. Dan Dusek, nuestro guía y organizador de exteriores de Doctor en Alaska, nos contó muchas anécdotas y accedió a una entrevista para mi Tesis. Hablar con él, al igual que hacerlo con el guionista Jeff Melvoin o con el mismísimo Joshua Brand, padre de la criatura, fue realmente enriquecedor.

Aparte de por tener como telón de fondo el paisaje y el pueblo de Roslyn, los Moose Days son especiales por sus gentes. Realmente el estado de ánimo de Cicely se llega a sentir en cada momento. Fue maravilloso poder compartir unas risas con todos ellos, Rosie, Chuck, Crystal, Susie, Doug, Jerrilynn, Kathy, Linda, Lisa, James y Justice, Agata, Dave, Steve, Marie, Kurt y muchos otros.

Y ¡qué decir de conocer a algunos actores! Barry Corbin es Maurice. Con su sombrero de cowboy y su peculiar manera de hablar es inconfundible. Es un hombre de infinita paciencia y cariño con sus fans. El primer día, cenando con él, pude ver lo querido que es por todos. Había una larga cola de gente esperando para pedirle un autógrafo, hacerse una foto con él o simplemente contarle hasta qué punto la serie les ayudó en un determinado momento de sus vidas. Y Moultrie Pattern (Walt) nos hizo saber que él y Ruth Anne siguen trabajando en lo de tener niños…

Sabia es como calificaría a Rosetta Pintado, la madre india adoptiva de Joel, que también compartió sus recuerdos del rodaje. ¿Sabíais que la historia de amor que Maggie vive con el Hombre-Oso tiene su origen en una leyenda india que los nativos les contaron a algunos miembros de la serie?

Un gran jolgorio fue La Carrera de Toros que precedió al Desfile. Los hombres se lanzaron semidesnudos a la conquista de la calle principal deleitando a los espectadores con la agilidad de sus movimientos, la emoción de su carrera y la variedad de sus shorts.

Y llegaron las esperadas entrevistas telefónicas con más guionistas y actores. Algunos de nosotros nos despistamos en las primeras, con Robin Green y Mitchell Burgess, porque fuimos los desafortunados que tuvimos que aguardar para la segunda tanda de espaguetis. Acababa de llegar con ellos cuando oí que John Cullum (Holling) preguntaba por mí, le saludé y me hizo saber que tenía el Quijote de madera que le envié como agradecimiento por su entrevista en su camerino del Teatro de New York.

El siguiente fue Rob Morrow (Joel) quien reconoció fácilmente la voz de Maurice pero confundió a Rosetta con Elaine Miles (Marilyn). Comentó que era afortunado por haber trabajado en una serie que logró estar cinco años en antena y que recordaba con especial cariño su danza india en la segunda temporada y el reto y la diversión que le supuso interpretar a Jules, el hermano gemelo pero opuesto de Joel.

Richard Cummings Jr. (Bernard) tuvo problemas técnicos de cobertura pero el detalle de seguir llamando hasta conseguir hablar con nosotros. Comentó que el episodio en que él aparece por primera vez sufrió un cambio en el orden original de emisión para que la audiencia aceptase mejor que Chris tuviese un medio hermano de color.

Cynthia Geary (Shelly) es dulce como su personaje. Llamó desde un concierto por lo que a menudo éramos interrumpidos por la música. Recibió una propuesta de matrimonio de un fan y comentó que se había sentido muy adulada por tener el amor de Maurice y Holling. Recordó con cariño la escena en que canta a su hija nonata a dúo con Holling.

Finalmente una pandilla fuimos al Roslyn Café a desayunar y despedirnos pero no para siempre porque nos encontraremos en años venideros. Como canta Iris Dement; “Me voy mañana pero no me quiero ir, te quiero, mi pueblo, siempre estarás en mi alma”… Eché una última mirada a mis compatriotas mientras me alejaba de Nuestro Pueblo. Allí estaban, con los brazos alzados diciendo hasta el año próximo, delante del mural del Roslyn Café, junto a la curva por la que Joel siempre se me aparecía en visiones. El adentrarme en el mundo de Doctor en Alaska no sólo me permitió conocer mejor la serie sino conocerme mejor a mi misma. Gracias a Doctor en Alaska he aprendido a ser más espiritual. Cicely es un pedazo de alma con su propio latido que me ha enseñado a mantener la fe en la naturaleza, la amistad, el silencio, la palabra, la ciencia, el mito, la leyenda y los cuentos de hadas.

_Por Sílvia Colominas